viernes, 18 de octubre de 2013

La biblioteca del Panteón de Quijano

¡Saludos!

Hace tiempo que no actualizamos el blog, pero es porque estamos de vuelta en nuestra rutina diaria de estudios y trabajo y casi no tenemos tiempo para nada. Eso sí, hemos seguido paseándonos por Alicante y tenemos bastante material fotográfico para ir hablando de muchas cosas en este blog. Poco a poco os lo iremos contando, paciencia. De momento os voy a hablar de un lugar muy especial para mi hermano y para mí. A día de hoy ya no existe y nos da mucha pena porque supuso mucho para nosotros tal y como ahora veréis. Se trata de la biblioteca del Panteón de Quijano.

En otro momento hablaremos más y mejor de todo el espacio del Panteón de Quijano, pero hoy quiero que centremos nuestra atención en esa pequeña caseta blanca y azul que hay en una esquina del parque, junto a la entrada trasera del mismo. Nadie diría que ahí dentro se albergó una biblioteca infantil y juvenil hace unos años, pues el espacio es muy reducido. ¡Y tanto que lo era! Recuerdo que había una sala nada más entrar por la puerta, que ocupaba casi tres cuartas partes de la superficie de la caseta, en la que había varias estanterías repletas de colecciones de libros infantiles y juveniles y apenas dos mesas redondas bajitas para poder sentarse a leer, además de la mesa del bibliotecario encargado de gestionar el lugar. Al lado, pasando un corto pasillo, había una sala minúscula con una mesa y una estantería con periódicos y revistas a la que iban las personas adultas a leer la prensa. Os estoy hablando de muy muy pocos metros cuadrados en total. Vamos, que como hubiera alguien sentado en alguna de las mesas, ya era difícil mirar con tranquilidad las estanterías. Con esta descripción transmito cierto agobio, pero para mí no era así. Era tan grande la felicidad que sentía al ver tantos libros y tan nuevos, que me sentía como Bella cuando le mostraban aquella enorme biblioteca del castillo en La Bella y la Bestia.



El olor a nuevo. Daba gusto abrir un libro y saberse la primera persona que lo leía, prácticamente estaba estrenando los libros. Y había de todo: colecciones de terror, de aventuras, de cómics de todo tipo, libros de aprendizaje, enciclopedias visuales, libros troquelados, grandes clásicos... Le debo mucho. A día de hoy soy una lectora empedernida y, entre otros muchos factores, se lo debo a esta biblioteca. Gracias a ella descubrí y redescubrí a autores como Enid Blyton, Roald Dahl, Oscar Wilde, R. L. Stevenson, Goscinny, Uderzo, etc. Recuerdo con gran cariño a las traviesas gemelas de Santa Clara o a los intrépidos Cinco resolviendo misterios. Ya conocía a Enid Blyton de libros que había leído antes, pero aquí tenían muchas colecciones y las leí todas de principio a fin. También había una colección de libros de Alfaguara, la famosa serie azul, y varios libros llamaron mi atención, como Cuando Hitler robó el conejo rosa o Charlie y la fábrica de chocolate. Ambos libros me dejaron huella, igual que lo hicieron clásicos como El fantasma de Canterville o La isla del tesoro. Tendría yo por aquel entonces unos 15 años y no me había adentrado aun en los clásicos de la literatura. No lo sabía, pero en el futuro estudiaría literatura inglesa en la universidad y aquellos recuerdos me vendrían de perlas. Además, siempre lo digo, leer te enriquece en muchos aspectos y uno de ellos es que aprendes a escribir mejor. ¡Qué agradecida me siento por haber leído tanto y tan variado durante mi infancia y adolescencia!

Siguiendo con los libros de aquella biblioteca, además de todos los títulos mencionados, me encantaban los libros de misterio y pude hincarle el diente a varias colecciones que allí había, como la famosa Pesadillas de R.L. Stine o unos sobre la serie Expediente X, que por aquel entonces seguía en antena y estaba en boca de todos. Pero lo que realmente me entusiasmaba más de aquel espacio era que tenían varias colecciones de cómics y, una vez más, estaban nuevos. Me encantaban Astérix y Obélix, pues tenía en casa algunas de sus historietas, pero aquí pude leer los muchos que me faltaban. A veces los leía allí, sentada en una de las mesas, pero la mayoría del tiempo los sacaba para poder leerlos tranquilamente en casa. Y al igual que con los galos, hacía lo mismo con Lucky Luke, El pequeño Spirou, Spirou y Fantasio, Garfield o Titeuf, entre otros. Mi afición por los cómics se vió afianzada durante esta época. Una vez más, le debo mucho a esos escasos metros cuadrados. Seguro que me dejo muchos títulos por mencionar aquí, pero quiero que os quedéis con la ilusión con la que iba y venía a sacar y devolver libros, sobretodo en época estival. Mis veranos tenían más de biblioteca que de playa. Y sí, posiblemente me pilló algo mayorcita para ir leyendo ciertas colecciones más juveniles, pero lo importante es leer y los disfruté muchísimo.



Pero todo lo bueno se acaba y esta vez me da rabia. No recuerdo las fechas exactas de apertura y cierre. Más o menos calculo que esta biblioteca se abrió a principios de los 2000. He intentado averiguar el año exacto, pero me ha sido imposible con mis medios. Me puse en contacto con asociaciones alicantinas que cuidan tanto la memoria histórica de esta ciudad, pero no pudieron ayudarme. Realmente da igual, mi propósito era contaros cómo me sentí entre esas cuatro paredes, las fechas no importan. Aquel espacio ya no existe, la biblioteca cerró sobre el año 2010 por motivos que desconozco y me imagino que aquellos libros que tanto me dieron se repartieron entre el resto de bibliotecas públicas de la ciudad. Cada vez que paso cerca de esa caseta siento cierta nostalgia. Las paredes siguen estando, pero el espacio ha perdido la magia. Quién sabe, igual algún día el edificio vuelve a albergar un lugar tan enriquecedor para niños y jóvenes. De momento nos quedará el recuerdo de tiempos mejores, recuerdo que quiero seguir alimentando con este escrito. 

Un saludo, lectores

Míriam

Edito 20/10/2015: estoy participando con este post que escribí hace un par de años en el concurso que organiza @observalibro en Twitter. Con esta edición pretendo hacer saber a quien incumba que este texto es de mi autoría.

2 comentarios:

  1. Yo nunca entré, creo que descubrí tarde que era una biblioteca, además de darme un poco de miedo el parque ^^U
    Yo iba a la biblioteca más cercana a mi casa, en la calle Plus Ultra, cerca de la Bola de Oro, y allí descubrí por ejemplo a mi adorado Pratchett, y tenían montones de colecciones juveniles del estilo de Los Cinco. Solía ir mínimo una vez por semana a cambiar los libros que ya me había leído, cuando llegaba del cole a la parada del bus en la Plaza Manila. Hace unos años volví y los libros de entonces, que yo habría comprado con gusto infinito, los habían retirado y la bibliotecaria no sabía decirme donde estaban. Espero que no fuesen destruidos o algo así >___<

    Después empecé a ir a la municipal, pero lo cierto es que la inmensa mayoría de los libros que he leído han sido propios, comprados o regalados. La familia y amigos siempre saben que a mi se me regalan libros (incluso me piden listas de lo que quiero y tengo xD). Y actualmente estoy muy orgullosa de mi pequeña y muy especializada biblioteca.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tu biblioteca fue también la mía durante mucho tiempo, hasta que abrieron la de Quijano y me quedaba mucho más cerca de casa. Mi primer carnet de biblioteca me lo saqué ahí e íbamos muchas tardes a por libros, siempre que las actividades extraescolares me lo permitían. Ahí es donde empecé con muchas colecciones antes de redescubrirlas más tarde en Quijano. Ahora esa biblioteca ya no está en ese lugar, sino unas calles más atrás y todavía no he ido a visitarla. Ahora voy a la de la playa, el paseo por lo menos es agradable, salvo que haga un día de viento. Lo importante es que seguimos teniendo aprecio por aquellos libros que tanto nos dieron en nuestra juventud, aunque muchos ya no estén. En fin, algo hicieron nuestros padres (o nosotras mismas) muy bien para haber salido tan lectoras como somos. Gracias por tu comentario ;)

      Eliminar